Daniel Buquet
El sistema de partidos uruguayo es el que ofrece mayores niveles de institucionalización en América Latina, lo que se expresa especialmente en sus altos niveles de estabilidad electoral. Sin embargo, en la elección de 2024, de la misma forma que en la de 2019, se produjo un cambio significativo en las preferencias electorales de la ciudadanía, generando un pico de volatilidad del orden del 14% respecto de los niveles -mucho menores- que se registraron en las dos elecciones anteriores. Pero lo particular de la volatilidad de 2024 es que revierte la dirección de los cambios respecto de la de 2019, de manera que el formato del sistema de partidos se parece ahora más al de 2014 que al de 2019. La volatilidad de la elección de 2024 comparada con la de 10 años antes es menor a los 10 puntos porcentuales. Luego de la elección de 2019 correspondía preguntarse si la volatilidad observada en esa ocasión“…se trató de un desalineamiento coyuntural, similar al de 1989, que será reabsorbido en el equilibrio multipartidista o del comienzo de un nuevo proceso de realineamiento secular…” (Buquet y Yaffé 2021). Ahora sabemos que la primera opción era la correcta. Una evaluación general del resultado permite afirmar que el sistema de partidos uruguayo se mantiene en el nuevo equilibrio que fue descrito en Buquet y Piñeiro (2014). Pero, antes de profundizar en los rasgos estructurales del sistema, debemos analizar algunos aspectos coyunturales de los resultados de la última elección.
La elección general del 27 de octubre en Uruguay (elección legislativa y primera vuelta presidencial) se realizó en un contexto novedoso, pero reiterando la competencia entre los dos bloques que configuran el equilibrio político desde comienzos de siglo. Por un lado, el Frente Amplio (FA), partido gobernante entre 2005 y 2020 y actual oposición y, por otro, los partidos tradicionales que, en esta ocasión, gobiernan en una coalición con otros dos partidos, liderada por el Partido Nacional (PN) del presidente Lacalle Pou. En este contexto de estabilidad resulta novedoso, en primer término, que el FA compita como oposición, pero habiendo sido el oficialismo durante 15 años, por lo que, más que ofrecer posibilidades genéricas de cambio, está obligado a defender las políticas y los resultados de sus gobiernos anteriores, mientras cuestiona los del actual. Por su parte, la novedad en el oficialismo es que los cuatro partidos que conforman la coalición buscan explícitamente su continuidad, defendiendo al gobierno, pero, fundamentalmente, mostrando que colectivamente son la única forma de impedir el retorno del Frente Amplio. Así, el PN promovió la “reelección de un buen gobierno”; el Partido Colorado (PC) presentó la instancia como “la interna de la coalición”; el Partido Independiente (PI) como una elección legislativa en la que puede contribuir a lograr la mayoría; y Cabildo Abierto (CA), el socio díscolo, intentó mostrase como el único capaz de promover algunos cambios en las políticas públicas.
Este posicionamiento electoral novedoso de ambos bloques se da en un contexto también inusual, donde el gobierno tiene altos niveles de aprobación y la oposición altos niveles de intención de voto. Los niveles de aprobación del gobierno actual son equivalentes a los que antes llevaron a la reelección del Frente Amplio, pero, al mismo tiempo, la intención de voto que tuvo el Frente Amplio es similar a la que tenía cuando triunfó en las elecciones. El resultado de la votación del 27 de octubre refleja contundentemente esta paridad y muestra un escenario que sólo se puede calificar como incierto de cara a la segunda vuelta presidencial del último domingo de noviembre.
Sobre los resultados corresponde afirmar, en primer lugar, que no fueron sorpresivos, ya que las encuestas predijeron con razonable precisión los principales cambios que iban a ocurrir, a saber, un crecimiento del FA y del PC y una disminución de la votación del PN junto a una caída catastrófica de CA. Las encuestas también predijeron la exitosa emergencia de un nuevo partido, Identidad Soberana (IS) -con un claro perfil antisistema-, que obtuvo dos diputados y quedó al borde ingresar al Senado. Pero dentro de este acierto general, con diferencias que bien pueden considerarse dentro de los márgenes de error estadísticos de cada uno de los pronósticos, las empresas encuestadoras parecen haber incurrido en un error sistemático, sobreestimando la votación del FA y subestimando la del PN. Esto es así porque, aunque el margen de las diferencias es pequeño, todas son en la misma dirección, lo que descarta atribuirlo puramente al azar. La siguiente tabla muestra los pronósticos divulgados por cinco empresas consultoras antes de la elección y el resultado de la elección, exponiendo ese sesgo sistemático; las empresas pronosticaron una votación del FA entre 45% y 47% y el FA logró menos de 44%; al tiempo que las empresas previeron que el PN votaría entre 24 y 25% pero terminó obteniendo casi un 27%.
Tabla 1. Pronósticos de consultoras y resultado de la elección del 27 de octubre
PARTIDOS | FACTUM | EQUIPOS | CIFRA | OPCION | USINA | RESULTADO |
F. Amplio | 45,5% | 45,8% | 46,0% | 45,0% | 47,0% | 43,9% |
P. Nacional | 25,1% | 24,8% | 25,0% | 24,0% | 25,0% | 26,8% |
P. Colorado | 15,0% | 17,7% | 16,0% | 16,0% | 16,0% | 16,0% |
C. Abierto | 4,1% | 2,0% | 3,0% | 4,0% | 3,0% | 2,5% |
P. Independiente | 2,5% | 2,2% | 2,0% | 1,0% | 1,0% | 1,7% |
I. Soberana | 2,9% | 1,9% | 2,0% | 4,0% | 2,7% |
Aunque tal vez resulte excesivo cuestionar a las empresas por el pequeño nivel de error cometido, esas diferencias tuvieron un impacto decisivo en la recepción de los resultados por parte de los dirigentes de los dos partidos mayores. En el FA, a pesar de su crecimiento y de haber quedado en primer lugar, se mostraba cierta decepción, mientras en el PN celebraban el resultado.
Por otra parte, las encuestas anticiparon correctamente el crecimiento del PC, el desplome de CA y la emergencia IS. Aquí es donde se pueden observar los principales cambios en el comportamiento electoral que, no por ser menores, dejan de ser relevantes. El PC logró remontar sus magros resultados de las dos últimas elecciones y prácticamente empatar su mejor desempeño en todo el siglo XXI en 2009 con la candidatura presidencial de Pedro Bordaberry. En esta ocasión su candidato Andrés Ojeda, un joven abogado con fuerte presencia mediática -que triunfó en la elección primaria contra dirigentes consolidados-, logró posicionarse como el representante de una “nueva política” y generar un fuerte atractivo a través de una intensa campaña que hizo un uso intensivo de redes sociales. El regreso de Bordaberry, a través de su lista al senado contribuyó también a favorecer la posición electoral del partido. Aunque el PC se mantenga en tercer lugar a significativa distancia de su tradicional rival, mostró un nivel de vitalidad que descarta la perspectiva de su lenta extinción.
Cabildo Abierto sorprendió hace 5 años con una votación considerable que lo ubicó, en ese momento, en competencia por el tercer lugar con el PC. Sin embargo, el partido no logró construir bases electorales sólidas, ni una estructura expandida en el territorio. Por otra parte, algunos de sus jerarcas en el gobierno de coalición participaron en escándalos que dieron por tierra su pretensión de desterrar las prácticas de la política tradicional, desdibujando su perfil original. Finalmente, el partido y su líder tuvieron un comportamiento errático como socio de la coalición oficialista que parecía estar todo el tiempo al borde de abandonarla sin hacerlo. Estos factores llevaron a que varios de sus dirigentes se alejaran del partido y, finalmente, a que sus anteriores electores lo abandonaran.
Identidad Soberana es el emergente antisistema de esta elección, con su candidato Gustavo Salle haciendo un discurso antivacunas durante la pandemia y, en general, de carácter conspiracionista respecto de la Agenda 2030 y los poderes mundiales que controlan el poder global, a quienes atribuye haber creado la dicotomía izquierda derecha para dominar el mundo. Salle había competido como candidato en 2009 pero obtuvo una magra votación que lo dejó fuera del parlamento. Esta vez, en cambio, estuvo al borde de ingresar a la Cámara de Senadores y sus dos diputados pueden convertirse en la llave de la mayoría en la Cámara de Representantes.
El último aspecto de la coyuntura que reviste la mayor relevancia es la composición del Poder Legislativo para el próximo periodo de gobierno resultante de la elección. Como consecuencia de la votación el FA obtuvo la mayoría en la Cámara de Senadores (16 en 31) pero no en la Cámara de representantes, donde obtuvo 48 diputados en 99. Esta situación es completamente inusual en las elecciones del siglo XXI, ya que el FA tuvo mayoría en ambas cámaras como resultado de las elecciones de 2004, 2009 y 2014 y la coalición gobernante actual, formada para el balotaje de 2019 también contaba con mayoría en ambas cámaras. Hoy, por lo pronto, sabemos que el próximo presidente no tendrá mayoría en ambas cámaras y, si resulta electo Álvaro Delgado, enfrentará un desafío inédito en la historia nacional con un senado con mayoría opositora, al estilo del gobierno dividido en Estados Unidos, con el agravante de que el partido mayoritario tiende a actuar de forma disciplinada y, entonces, sólo logrará aprobar leyes con el acuerdo de la oposición. Para obtener la mayoría de diputados también podría requerir el apoyo del FA o, en su defecto, lograr que IS se sume, lo que no sabemos si será más fácil.
La situación sería mucho más favorable si el presidente fuera Yamandú Orsi, quien tendrá una mayoría en el senado y solo necesitará el concurso de dos diputados de fuera de sus filas para aprobar leyes. En este caso, las posibilidades de lograr esos votos faltantes en la cámara baja son mucho más amplias, ya que enfrentaría a una oposición fragmentada que no necesariamente actuaría en bloque. Tanto CA como IS cuentan con dos diputados y podrían convertirse en ocasionales socios, de la misma forma que alguno de los partidos tradicionales o de sus fracciones internas podría hacer otro tanto en otras instancias. En el plano de la gobernabilidad el resultado de la elección legislativa ha dejado un panorama complejo e inédito que genera desafíos novedosos que pondrán a prueba el reconocido buen funcionamiento del sistema político uruguayo.
Pero fuera de estos aspectos de coyuntura, la estructura del sistema de partidos uruguayo se muestra con renovada firmeza. El núcleo del sistema, la suma de los partidos mayores, FA, PN y PC se reforzó en esta elección y los desafíos ocurren en la periferia.
Gráfico 1. Resultados electorales por bloque político en Uruguay (1971-2024)
El gráfico precedente muestra la evolución del sistema de partidos uruguayo desde la formación del FA en 1971. Su aparición rompió el equilibrio bipartidista preexistente y dio inicio a un extenso proceso de cambio electoral que implicó un sistemático crecimiento del FA a costa de un descenso en la votación de los partidos tradicionales. Ese proceso de cambio culminó a principio de este siglo con un nuevo equilibrio multipartidista, derivado no sólo del cambio en las preferencias electorales, sino también de reformas electorales que se adaptaron a la nueva configuración política, a través de la elección presidencial a dos vueltas y las primarias obligatorias (Buquet y Piñeiro 2014). En la mitad izquierda del gráfico se observa el proceso de cambio desde el bipartidismo hacia el multipartidismo y en la mitad derecha se aprecia la estabilidad de los dos bloques que conforman el núcleo del nuevo equilibrio. La elección pasada reforzó esa configuración mostrando un incremento, aunque pequeño, en la votación del FA y de la suma de los partidos tradicionales, confirmando que la emergencia de CA en 2019 no fue más que una perturbación pasajera. La destacada estabilidad del sistema de partidos uruguayo se confirma en este proceso electoral, aunque su continuidad puede depender de la forma en la que quien acceda finalmente al gobierno logre resolver las serias complejidades que la coyuntura le generó en materia de gobernabilidad.